Vie. Abr 19th, 2024

El escándalo de corrupción en el Ejército Colombiano pica y se extiende, son varios los funcionarios militares, tanto retirados como activos, que están dando su versión de los hechos, señalando con nombre y apellido a los involucrados en tan bochornoso caso.

Y es que llama poderosamente la atención que cada vez que sale a la luz nueva información el General Alberto Mejía está involucrado, y no precisamente para bien, acoso, persecución, levantamiento de falsos informes y pruebas de polígrafos son parte de las acusaciones que se ciernen sobre el flamante embajador de Australia.

Ahora el coronel Julio César Ramírez, uno de los oficiales clave en la investigación por presunta corrupción en el Ejército, trae nuevamente a colación a Mejía por las supuestas anomalías que se habrían cometido cuando él estaba al frente de la División de Aviación Asalto Aéreo, puesto que trabajó bajo el mando de Mejía como comandante del Batallón de Abastecimientos y fue testigo de primera fuente del oscuro actuar de Mejía.

Ramírez acusa directamente a Mejía de querer lucrarse con la adquisición de un hangar al cual, en su momento, le incremento el costo, al parecer el hecho fue detectado y de inmediato se procedió a formular la denuncia ante el fiscal anticorrupción quien tomó cartas en el asunto y frenó la compra.

Pero el asunto no quedó allí, de alguna manera Mejía debía llenar su bolsillo, así que como buen militar aplicó la misma estrategia de elevar costos hasta que le diera resultado, esta vez recurrió al simulador de vuelo cobrando cifras elevadas para su uso.

Ramírez sostiene que Mejía realizaba cobros de 120 mil dólares por persona cuando en realidad lo que se debía cobrar no pasaba de los 40 mil dólares.

Sus ansias de dinero fácil no cesaron y fueron un poco más allá, Ramírez también afirma que cobraba elevados montos por los cursos de entrenamiento de altura, algo que debía costar entre 50 mil o 60 mil dólares se cotizaba en 90 mil dólares.

Al salir todas estas denuncias al general Mejía no le quedó de otra que tratar de negociar con las partes involucradas, le ofreció viajes a Ramírez a cambio de su silencio, una práctica no muy digna de una persona que debería ser recta y mostrar una ética inquebrantable.

Tras la negativa de Ramírez de aceptar su soborno no le quedó de otra que mostrar su verdadero yo y actuar como el propio “Gánster de la Mafia”, bloqueó a Ramírez para que ejerciera cualquier actividad de mando, a sabiendas que es un golpe duro para cualquier figura militar, pues ahora no podrá aspirar a ser general y mucho menos tener una agregaduría soldadesca.

Después de conocer un poco más de la conducta no tan intachable de Mejía, ahora todas las piezas comienzan a encajar, es demasiada casualidad que sea en este preciso momento que salgan a relucir presuntos actos de corrupción bajo el mando del general Nicacio Martínez, actual comandante del Ejército, justo cuando él se encuentra en el exilio gozando de la rimbombante figura que le da ser el Embajador de Colombia en Australia y cuando su secuaz y mano derecha Martin Arrauth se encuentra mendigando un asilo político en Estados Unidos.

Ahora sabiendo su modus operandi no cabe duda que es él quien está detrás de enlodar el buen nombre del general Martínez, orquestando cuanto plan siniestro le pase por la mente solo para dividir las fuerzas militares y que el ojo del huracán recaiga sobre la gestión del presidente Duque.